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Marcia Marsal, la atleta paralímpica que con su tropiezo en Río nos dejó una enorme lección de superación 

Marcia Marsal es la primera atleta paralímpica brasileña en ganar un oro. Lo hizo en Nueva York, Stoke Mandeville, en 1984 cuando le dijo al mundo que a pesar de tener una parálisis cerebral era capaz de llevarse el máximo premio en los 200 metros planos.

Treinta y dos años después, Marcia Marsal vuelve a dar una gran lección de superación al mundo. Esta vez en los juegos paralímpicos de Río 2016.

La atleta brasileña fue elegida para portar la antorcha hacia el pebetero durante la inauguración de evento. Razones para ser elegida no le faltaban. En 1984, Marcia no solo se contentó con el oro, también se llevó a casa dos preseas de plata y bronce. Cuatro años más tarde conseguiría una nueva medalla de plata en Seúl.

La noche del miércoles ella brillaba en la ceremonia de apertura en Río. El recorrido del fuego paralímpico había iniciado con Antonio Delfino, quien tras cumplir con su labor se lo otorgó a Marsal.

Con la antorcha en el brazo izquierdo y otra sujetada en un bastón, la brasileña caminó por el medio del Maracaná. La lluvia que caía en el recinto deportivo hizo que sus pasos sean aun más lentos. Caminó con dificultad por cerca de un minuto y medio, de pronto ocurriría un accidente.

El peso soportado en sus brazos le hizo perder el equilibrio, tropezar y caer al suelo. La antorcha con la inmensa llama cayó a un costado de la pista. El miedo se apoderó de los asistentes.

Marcia Marsal no duró ni medio segundo en el suelo, se paró por sí sola. Hasta parece que pide disculpas a los asistentes que se le acercaron de inmediato temiendo lo peor.
Cuántas veces más la atleta brasileña habrá caído al suelo. Cuántas veces las caídas no solo habrán sido físicas.El público pasó del silencio a la ovación. Marcia Marsal cumplió con el trayecto entre aplausos y gritos de aliento. Hasta despidió sonrisas antes de dejarle a una de sus colegas con discapacidad visual continuar con el recorrido de la llama hacia el pebetero.

Y de paso, nos dejó una lección.

(EFE)

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