Tan rápido y sorprendente fue su ascenso como ahora está siendo su caída.
Han pasado tan sólo ocho meses desde que el Leicester City logró el título de la Liga Premier en una de las hazañas más grandes que jamás se ha visto en el deporte.
Y los “Zorros” no sólo ganaron, sino que se pasearon con 10 puntos de ventaja sobre Arsenal, segundo clasificado.
Pero si la pasada temporada el equipo dirigido por el italiano Claudio Ranieri vio como su sueño se hizo realidad, ahora está viviendo su peor pesadilla.
La caída está siendo tan dramática que ya es el peor campeón de la historia del fútbol inglés y corre el riesgo de ser en tan sólo el segundo club en perder la máxima categoría una temporada después de haber conquistado el título.
El otro fue el Manchester City, que ganó en 1937 y descendió en 1938, pero en circunstancias muy diferentes.
Leicester volvió a perder el pasado domingo en un duelo directo por la permanencia contra el Swansea y ya suma 14 derrotas en lo que va de temporada (el año pasado perdió sólo tres partidos en 38 juegos).
En 2017 todavía no ha anotado un gol, lleva cinco derrotas consecutivas, ha encajado 12 goles y se encuentra 17º en la clasificación, sólo un punto por encima de los puestos de descenso.
¿Cómo es posible que un equipo que posee en sus filas al mejor jugador de la Liga Premier (Jamie Vardy), al mejor futbolista de África (Riyad Mahrez) y al mejor entrenador del mundo según la FIFA (Claudio Ranieri) esté en esta situación?
Vayamos por pasos.
Leicester vs. Leicester
Lo primero que hay que entender es que hay dos Leicester, uno campeón contra todo pronóstico y otro acostumbrado a estar en la posición que se encuentra ahora, luchando por permanecer en la Liga Premier o tratando de ascender desde la segunda división.
La realidad es que el primero de ellos sólo ha aparecido una vez en la historia de este club de 133 años.
Hace dos temporadas el Leicester logró salvar la categoría milagrosamente al ganar siete de sus últimos nueve partidos.
Ese año, que fue su primero en la Liga Premier después de 10 años de ausencia, el equipo dirigido por Nigel Pearson ocupaba el último lugar de la tabla después de 25 partidos con 17 puntos, cuatro victorias, cinco empates, 16 derrotas, 22 goles a favor y 40 en contra.
Estadísticas muy similares a las que suma ahora, patrón que se mantiene si desglosamos otras categorías como posesión del balón y recuperaciones.
Teniendo en cuenta esos datos, la excepción a la regla fue más bien lo que ocurrió el año pasado y no lo que está pasando ahora, pero hay elementos que explican el por qué de la diferencia entre ambas temporadas.
La desconexión entre Vardy y Mahrez
El fútbol de Leicester durante su año triunfal fue simple y muy efectivo, apoyado en el toque mágico y el entendimiento del inglés Jamie Vardy y el argelino Riyad Mahrez.
Entre ambos anotaron 41 goles y se combinaron directamente entre ellos en siete de los tantos convertidos.
Este año sólo suman ocho tantos. De los cinco que lleva marcados Vardy tres llegaron un mismo partido, mientras que todos los de Mahrez los convirtió de penalti.
Pero el problema para el delantero no sólo es la falta de gol, sino la escasez de oportunidades que está teniendo por partido, agravado por la desconexión que hay entre él y el mediocampista.
En octubre sólo se pasaron el balón en dos ocasiones en ocho partidos y en los últimos 12 meses sólo se han combinado en un gol.
Una de las razones es el bajo estado de forma del futbolista argelino, a quien no le está saliendo prácticamente nada en los partidos.
Su número de regates por juego ha descendido, así como su capacidad para encarar y romper la defensas rivales. Mientras en la temporada 2015-2016 lograba crear una oportunidad de gol cada 153 minutos, este año lo hace cada 338.
Eso se debe a que la campaña pasada tenía un porcentaje de éxito en sus regates del más del 50%, mientras que ahora es de sólo el 42%.
El factor Kanté
No se trata que el Leicester pasó de ser un equipo de velocidad y contraataque a uno que se desenvuelve en un área sin espacios y con mayor posesión del balón, el problema ha sido que ahora sus ataques carecen de un factor sorpresa.
Ese factor se llama N´Golo Kanté.
El mediocampista francés fue el alma y el motor del Leicester campeón con su capacidad de cubrir cada rincón del campo, interrumpiendo constantemente el juego del contrario y recuperando balones en sectores del terreno de juego que permitían al equipo de fase defensiva a ofensiva en un segundo.
Está claro que el fútbol es un deporte colectivo, pero hay individuales que tienen una influencia muy marcada en el funcionamiento de un equipo y Kanté es una de ellas.
Su influencia también se refleja este año con su nuevo equipo, el Chelsea, líder destacado de la tabla con 10 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado.
El delantero del Watford, Troy Deeney, lo describió de una manera muy gráfica al comienzo del año.
“Puedes pasar su mediocampo y encarar a su última línea defensiva más fácil”, explicó sobre el Leicester.
“Cuando el año pasado lograbas romper una línea, siempre tenías el temor que Kanté iba a venir y no tenías mucho tiempo antes que el llegara a ti”, reconoce Deeney.
“Incluso si lo tenías, siempre pensabas que él estaría allí y te apresurabas en la jugada”.
“Siempre sentí que él hacía el trabajo de dos jugadores”, concluyó.
Ofensiva y defensiva
Deeney no está muy lejos de la realidad.
Al recuperar balones, Kanté solía ser el detonante de los explosivos ataques de Leicester el año pasado, beneficiados por la velocidad de Vardy y la capacidad de traslado con la pelota al pie de Mahrez.
Por eso también se nota demasiado la fragilidad defensiva que está teniendo el equipo.
Si el año pasado sumaron 15 partidos sin recibir gol y ganaron siete juegos 1-0, esta temporada sólo suman cinco con la portería invicta.
En seis partidos han encajado tres o más tantos, lo que demuestra que además de dar más facilidades a los rivales también colapsan mentalmente cuando las cosas no están yendo bien.
Nuevo escenario
Ninguno de los jugadores que conforman la plantilla del Leicester tiene la experiencia de congeniar con el éxito y esa presión se refleja en el andar del equipo.
La sorpresiva derrota contra el Hull, equipo que llegó a la primera fecha sin entrenador y sólo 13 jugadores profesionales, marcó el camino de lo que sería los siguientes meses.
Período en el que las dudas han ido en aumento y en el que hasta Ranieri está envuelto en un mar de indecisiones.
Desde su última victoria el 31 de diciembre, el técnico italiano no ha repetido la misma formación y tampoco el mismo 11 inicial en contraste con la estabilidad que mantuvo durante los 38 partidos de la temporada pasada, cuando fue el equipo que menos jugadores utilizó.
La tensión es evidente en el vestuario y la preocupación por el fantasma del descenso crece con cada jornada.
El campeón está en problemas, pero si hay una esperanza de la salvación es que la mayoría de los jugadores saben más de luchar por la permanencia que defender un título.