Allen Iverson, el jugador más valioso de la NBA en 2001, durante su carrera recibió solo en salarios 154 millones de dólares, a los que se suman suculentos contratos de publicidad. Sin embargo, sus excentricidades y el mal manejo de sus ingresos evaporaron toda su riqueza. Un caso similar parece ser el del excampeón mundial de peso pesado, Mike Tyson, quien se declaró en bancarrota al haber gastado en lujos y fiestas, más costas judiciales y divorcios, toda su fortuna de más de 300 millones de dólares. Por ejemplo, tenía en su casa un tigre de bengala, una mascota capaz de devorar miles de dólares en carne.
Cuando la noticia habla del millonario contrato de tal o cual deportista, los ojos del lector se pierden en la hilera de ceros que se acumulan a la derecha. Pero es menos usual que se informe cuál es la situación de ese jugador dos, tres o cinco años después de su retiro.
El deporte mueve cifras enormes en el mundo, aunque las mayores ganancias van a los bolsillos de un grupo muy selecto de deportistas, entrenadores, representantes y dirigentes. En el caso de los deportistas, cuando llegan al máximo nivel en algunas especialidades muy populares, como el fútbol, cobran fastuosos contratos, que les permiten percibir en un año lo que la mayoría de la gente común no ganará en toda su vida laboral. La filtración a través del diario español El Mundo del contrato que Leonel Messi mantiene con el Barcelona, que suma un total de 555 millones de euros por el período 2017-2021, es el ejemplo más claro.
Si el período de ingresos sustanciales del deportista de élite fuera similar al de la mayoría de las profesiones y no durara solamente unos pocos años, sería muy improbable que sus finanzas personales terminaran en mala forma. La carrera profesional de un futbolista dura un promedio de 16 años, 12 años si es un tenista, y apenas seis para un jugador de la NBA. Pese al nivel de las remuneraciones incluso en el más alto nivel de la competencia, el deportista no tiene aseguradas sus finanzas por ese simple hecho. El caso de Iverson es demostrativo.
En el fútbol, solamente un porcentaje muy bajo de jugadores llegan a jugar en primera división, sobre todo en países relevantes en este deporte. De esos, apenas algunos se consolidan en una carrera extensa y proporcionalmente muy pocos acceden realmente a ganar millones por año. Y ninguno tiene garantizada la duración de su carrera.
Incluso quienes llegaron a primera, se consolidaron y tuvieron durante un buen número de años contratos altos, aunque no millonarios, no están “salvados” para el resto de su vida.
“Uno de sus principales problemas es que, a diferencia del resto de las profesiones, los deportistas profesionales acceden a ingresos muy altos a una edad en la que la mayoría de las personas no está en su plena madurez. Ningún médico tiene prestigio internacional en su profesión a los 25 años”, comenta Juan Cruz Acosta Güemes, director de la gerenciadora de patrimonios FDI. En ese sentido, comenta que ningún contador es un “Messi de la contabilidad” a los 20 años. Y, aunque lo fuera, nadie le pediría un autógrafo ni pagaría una entrada para verlo confeccionar un balance.
Para alcanzar la élite, el deportista comienza a prepararse muy joven, en la adolescencia. Y las exigencias del entrenamiento muchas veces obligan a postergar o cancelar los estudios, por lo cual hay estrellas deportivas con escasa formación.
A eso hay que sumarle la inevitable fama y que todos desean estar en su entorno, lo cual se traduce en un ritmo de existencia fuera de lo ordinario. “La extravagancia en el nivel de vida se vuelve lo cotidiano. Como ‘el dinero sobra’ en su visión, se pierde conciencia de su real valor. Y algunos se acostumbran a vivir como si tuvieran garantizado el mismo nivel de ingresos durante el resto de su vida cuando es evidente que no será así, salvo para los pocos que luego se conviertan en entrenadores de élite”, señala Acosta Güemes.
“A excepción de que pueda generar nuevos ingresos al finalizar su carrera profesional, normalmente deberá vivir el resto de su vida con lo que pudo acumular. Será clave cuánto supo ahorrar y cómo lo invirtió”, advierte el experto.
La Guía PKF Attest para deportistas profesionales realizada en colaboración con la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) concluye que alrededor del 60% de los deportistas de élite realizan alguna inversión empresarial a lo largo de su carrera profesional en la que pierden el 100% de lo invertido en ella. Estas inversiones aparecen como “prometedores negocios” en bodegas, aceites refinados o líneas de ropa que buscan la firma y el aval del deportista para su creación, pero rara vez tienen éxito. Se trata de rubros para los cuales el deportista no está preparado e incluso a veces confía para su manejo en amigos o parientes con similar ignorancia en la materia. En Argentina se recuerda el caso de un campeón mundial de boxeo que perdió mucho dinero abriendo zapaterías.
“Los amigos del campeón” tampoco suelen ser un elemento positivo para las finanzas del jugador. Según un informe publicado el año pasado por la revista estadounidense Sports Illustrated, el 80% de las estrellas del deporte terminan en la ruina por escándalos amorosos, pleitos o fracasos empresariales, a lo que se podría agregar la manutención de una larga lista de familiares ociosos o la participación (como víctimas por supuesto) en estafas piramidales.
Un ejemplo de este triste final es el famoso exfutbolista Ronaldinho, que, tras pagar una fianza de 1,6 millones de dólares, salió de la cárcel y cumple con arresto domiciliario por usar un pasaporte falso para entrar a Paraguay. El último de un cúmulo de desastres vividos por el exjugador brasileño, entre los que se encuentra la ruina y un millonario endeudamiento.
Esto no sucede solo en el fútbol o la NBA. Aunque los jugadores de la NFL ganan un promedio de 1,9 millones de dólares al año, un 15% de ellos termina declarándose en bancarrota, según estimaciones conservadoras. El exnúmero 1 del mundo del tenis, el alemán Boris Becker, tuvo en su carrera ingresos superiores a los 100 millones de euros pero se declaró en bancarrota en 2017, por una deuda de 3,5 millones de euros con un banco, y llegó a subastar objetos relacionados con su carrera para pagar sus deudas.
“La magia del interés compuesto (los intereses sobre los intereses) hace que los mismos 150.000 dólares del auto extravagante que se compran hoy podrían equivaler a más de 750.000 dólares veinte años después. Esto, si el dinero se hubiera invertido al 8% anual en lugar de habérselo gastado (y estamos ignorando los altos costos de mantenimiento del vehículo). Es decir, se podría haber comprado siete inmuebles de 100.000 dólares cada uno para renta y le sobraría dinero”, explica el especialista.
“Disciplina y buen asesoramiento le garantizan al deportista y su familia que pueda sacar el máximo provecho económico a su carrera profesional”, explica Costa Güemes, quien asegura que “sería muy saludable ver que las instituciones deportivas ofrecieran educación financiera a sus deportistas profesionales o a quienes van en camino a serlo”.