Ahí estaban los dos colosos, descargándose golpes en el centro del ring. Evander Holyfield dominaba la escena, mientras Mike Tyson trataba con toda su furia de emparejar la contienda. A su alrededor, 18.187 espectadores en el estadio del hotel MGM de Las Vegas, más millones mirándolos por televisión en todo el mundo. De pronto, Holyfield comenzó a saltar y gritar, mientras llevaba su mano enguantada al costado derecho de su cabeza. Se había registrado uno de los episodios más insólitos, rocambolescos y comentados de la historia del boxeo.
Todos lo entendieron enseguida: Tyson le había arrancado un trozo de oreja de un mordisco. Sin embargo, lo asombroso no había terminado: el árbitro permitió que el combate siguiera, con la quita de dos puntos como única sanción. Al rato, una segunda mordida por fin terminó con la pelea.
Esas acciones le costaron la derrota por descalificación, una multa de varios millones de dólares y una mancha más a un tigre de los escándalos y los excesos como Tyson. Fue además la confirmación de la decadencia de quien había sido un boxeador implacable, el campeón mundial más joven de la historia de los pesos pesados, pero cuyo reinado resultó mucho más breve de lo esperado.
El hecho también reabrió el debate sobre las paradojas que puede provocar el boxeo, donde parecería ser muy malo morderle la oreja al rival pero no matarlo de un puñetazo “reglamentario”.
Detrás de la “locura” de Tyson, hay una historia, que comenzó cuando él y Holyfield eran muy jóvenes. Se conocieron en 1983, cuando eran pugilistas amateurs y buscaban un lugar en el equipo olímpico de Estados Unidos para los Juegos de Los Angeles 1984. Tyson, de 17 años, ya pegaba muy duro, y nadie quería enfrentarlo en los entrenamientos porque no lo frenaba ni la condición de práctica de esas peleas. Además, los otros jóvenes se burlaban de él por su forma de vestir o por sus limitaciones para expresarse.
Sin embargo, Holyfield se atrevió a enfrentarlo. Dicen que pelearon de verdad y que ese día Tyson supo que Holyfield no le tenía miedo. Además, este aprendió algunos trucos para desenfocar y “calentar” a Mike.
Luego, sus carreras profesionales corrieron paralelas, hasta que se midieron el 9 de noviembre de 1996 en el MGM de Las Vegas. Tyson, después de perder el título ante James Buster Douglas en 1990, había recuperado el de la Asociación Mundial de Boxeo (uno de los varios organismos que dirigen el deporte) y lo exponía ante Holyfield. Evander le ganó por nocaut técnico en el 11° round. Sin embargo, los técnicos de Mike se quejaron de que su adversario le había aplicado varios cabezazos que el árbitro no sancionó.
El pleito seguía en pie, por lo cual se pactó una revancha para el 28 de junio de 1997, también en el MGM. Fue el mayor negocio en la historia del boxeo hasta ese momento (como el dinero del deporte no cesa de crecer, el récord fue después superado). La venta de entradas generó 17 millones de dólares y el pay-per-view otros 99 millones. Eso permitió pagar a Holyfield una bolsa de 35 millones de dólares y una de 30 millones a Tyson.
La pelea se inició con la tensión que generaba la rivalidad. Poco a poco Holyfield empezó a dominar el duelo, aunque fue advertido por el uso de la cabeza. Esa costumbre de su rival enfureció a Tyson, que en el tercer round comenzó a hacer extraños movimientos cuando estaban en el cuerpo a cuerpo.
De pronto, Holyfield saltó y gritó, tocándose la oreja derecha. Cuando retiró la mano, se pudo ver que la zona estaba ensangrentada y le faltaba una parte de la oreja (la de arriba, denominada hélix). Pese a eso, Tyson lo llamaba a seguir peleando. El médico revisó al agredido, pero insólitamente el árbitro Mills Lane ordenó continuar el combate.
No había terminado la locura, pues frente a frente de nuevo Tyson trató de morderle la otra oreja… Esta vez, Holyfield no se inmutó y continuó lanzando golpes. Entonces llegó la campana. En la pausa, el árbitro comprendió su error y descalificó al agresor.
De inmediato, el ring se llenó de gente, en un ambiente caótico. Hubo discusiones airadas entre los allegados a ambos rivales, que parecían listos para seguir la pelea. Tyson se retiró del cuadrilátero bajo abucheos y una lluvia de pororó lanzada por el público. Después, su única justificación fue que su rival lo había golpeado dos veces con la cabeza sin que el árbitro dijera nada.
Cuando todos se fueron del ring y el estadio quedó vacío, un empleado de limpieza del MGM encontró sobre la lona el pedazo de oreja perdido. Lo puso en una bolsa y lo llevó al camarín de Holyfield, quien estaba siendo atendido por la herida. Entonces todos se fueron al hospital con la idea de restituir ese trozo de cartílago en su lugar.
Tyson fue multado en 3 millones de dólares y se le retiró la licencia de boxeador en forma preventiva. Más adelante tuvo que indemnizar a Holyfiel con una suma similar. Dos días después del incidente, le pidió disculpas en forma pública.
En 2020, en dos entrevistas, Tyson brindó dos versiones diferentes sobre su conducta. A la cadena estadounidense Fox News le dijo que lo volvería a hacer: “A veces pienso ‘no, nunca más lo haría’, pero en realidad podría hacerlo de nuevo”. Sin embargo, al diario británico The Guardian declaró: “Fueron las drogas. Solo pensaba en las drogas. Yo creía que era Dios, me sentía como Dios, pero lo hecho, hecho está. Yo no pensaba en el boxeo cuando lo mordí. No me preocupaba el boxeo. Está mal lo que hice, muy mal. Me volví loco”.
La contradicción no parece inusual para un hombre que conoció todos los extremos, la pobreza y la opulencia, la soledad y las (malas) compañías, los aplausos y los silbidos, el título de “el más grande boxeador del mundo” y el de “el hombre más malo sobre la Tierra”. Ahora es un pacífico productor de marihuana con fines recreativos, con muy buenas ganancias.
Holyfield obtuvo y perdió cuatro veces el título mundial de los pesos pesados, además de uno de la categoría crucero. Peleó hasta cerca de cumplir los 50 años. Participó en papeles menores de varias películas y hasta bailó en el programa de Marcelo Tinelli. Casualmente, también lo hizo Tyson.
¿Y qué pasó con el trozo de oreja? Alguien lo perdió en la ambulancia, de manera que no se la pudieron pegar. Aunque hay una versión que asegura que en realidad lo robaron para venderlo a un coleccionista, una idea demasiado macabra pero que en el extraño universo de aquella pelea suena un poco menos inverosímil.