San Petersburgo, Rusia (AFP) La selección argentina, con un magistral Lionel Messi y un decisivo Marcos Rojo, derrotó este martes 2-1 a Nigeria y clasificó a octavos de final del Mundial de Rusia-2018, donde chocará el sábado con Francia.
La Albiceleste controló la primera mitad y se adelantó por medio de un derechazo de Messi a los 14 minutos pero, tras el descanso, Victor Moses de penal firmó las tablas (51). Al final, con todo el equipo volcado al ataque, Rojo selló el definitivo 2-1 (86).
Argentina demostró este martes que el fútbol es una cuestión de estado de ánimo. De dudar ante Islandia y ser humillado ante Croacia, a resurgir de sus cenizas frente a Nigeria. De temblar a llorar de alegría.
No quedaba nada de la Albiceleste tras la derrota 3-0 ante los balcánicos. Solo el orgullo y el corazón de una generación que se negó a bajar los brazos y entregar la honra.
Argentina arrancó bien, liderada por un Lionel Messi que, por fin, se pareció a aquel jugador que levantó cinco Balones de Oro. Que lució como sí mismo.
Decisivo, incisivo, gambeteador y desafiante, ‘La Pulga’ brilló y Argentina ganó. Cuando la primera parte de la ecuación se da, la segunda se resuelve casi siempre sola.
Y para disipar las dudas y seguir con vida, un cuestionado Jorge Sampaoli optó por formar con la alineación de mayor edad que ha pisado nunca una Copa del Mundo para su país, con una media de 30 años y 189 días. Con Javier Mascherano y Enzo Pérez en la medular y Ángel Di María y Gonzalo Higuaín acompañando arriba a Lionel Messi.
“Tenemos que ponernos como meta ganar cinco partidos para llegar a la final. Mañana va a ser el primero”, había dicho Sampaoli en la víspera.
– El truco del mago –
Con Mascherano y Pérez como destructores y Éver Banega liberado de tareas defensivas, Argentina creció con la posesión y con un Messi libre para poder crear e imaginar a su antojo.
Ahora bajo a pedirla. Ahora driblo por la derecha. Ahora aparezco por la izquierda. Como un funambulista, el astro albiceleste campó a sus anchas por todo el frente del ataque y, así, a los 14 minutos, definió con maestría un pase genial de Banega, que le encontró a la espalda de la zaga para que la cruzara con la diestra.
El gol hizo estallar de júbilo a un normalmente comedido Messi, que corrió hacia la banda y elevó sus brazos al cielo dando las gracias. También Maradona. El uno y el otro se hicieron uno durante unos segundos, fusionados con los miles de argentinos que ocupaban las gradas del Estadio de San Petersburgo.
– Dudas marcadas en Rojo –
Pero de la nada cambiaron las tornas. En un segundo, como pasan las cosas en la vida, Mascherano cometió penal y Victor Moses firmó la igualdad.
De nuevo, los fantasmas. Otra vez los demonios que habían atenazado a los de Celeste y Blanco.
Gabriel Mercado dibujó un centro medido y Marcos Rojo llevó el delirio a las gradas y a todo un país que festejaba junto.
Argentina dejó correr el tiempo y todos celebraron como si fuera uno. Era solo un pase a octavos para un doble campeón del mundo pero era mucho más que eso. Era gritar, por fin, al unísono. De momento, en español.
Con Messi dirigiendo la orquesta y llevando la batuta, Argentina se permite soñar de nuevo.
Ahora viene Francia.