Las conquistas de César Farías y Alejandro Guerra, como técnico y jugador, respectivamente, en sus clubes The Strongest (Bolivia) y Atlético Nacional de Medellín (Colombia), hicieron del 2016 el año del fútbol venezolano.
Y es que tanto Farías como Guerra son pioneros en sus logros: el primero al convertirse en el primer técnico venezolano en ganar un título en una liga de fútbol foránea; y el segundo hizo historia al coronarse por primera vez en Copa Libertadores, el certamen más importante del continente y en el que, por si fuera poco, terminó adjudicándose el título de jugador más valioso de toda la competición.
Ambos registraron uno de los mejores años en sus carreras. Farías llegó a Bolivia tras un fracaso en Paraguay con Cerro Porteño, donde si bien sus números no fueron malos, la eliminación de la Copa Libertadores le costó el cargo. Su cesantía vino además presionada por la fuerte crítica de la prensa, que forzó su salida.
En La Paz consiguió el ambiente ideal para trabajar y desplegar su metodología. Acompañado por su hermano Daniel en la asistencia técnica, Farías se ganó el respeto de todos y guió al Tigre a su décimo segundo título, con registros impecables y envidiables.
En 22 fechas, el equipo de César apenas cayó una sola vez, consolidó una gran defensa que solo recibió 12 goles, y en ataque registró el mejor promedio de gol: dos por partido, para cerrar con 44 tantos a favor; en calidad de visitante salió invicto, en diez jornadas consiguió cinco victorias y cinco empates.
“Los muchachos se merecen un triunfo así, una victoria de estas características. Ellos rompieron récords, yo lo único que hice fue provocarlos, pedirles que se dieran al máximo, porque sabía que lo iban a lograr”, declaró Farías tras la conquista del histórico título.
Por su parte, el “Lobo” Guerra jugó un año en el que se ganó la titularidad en la cancha y afianzó su popularidad y liderazgo entre la exigente hinchada de Nacional, que lamenta la inminente salida del venezolano, que parece estar listo para jugar en Brasil.
Guerra fue campeón y MVP en la Libertadores, dos topes jamás alcanzados por un futbolista venezolano. Adicionalmente marcó gol en el Mundial de Clubes, el que valió para la conquista del tercer lugar frente al América de México.
Para él fue un año especialmente redondo, aunque sus logros individuales los compartió con sus compañeros, sin mezquindad. “Debo darle gracias, primero a Dios, porque es el que nos mantiene bien de salud, y a mis compañeros. Este premio se los debo a ellos, ya que su trabajo hace más fácil que yo sobresalga”, dijo en su momento el habilidoso mediocampista.
Los logros individuales hablan del potencial de jugadores y técnicos venezolanos, soñar con un Mundial es posible, pero a partir de la buena administración de los talentos y capacidades. En la Vinotinto pesa la deuda, que tiene medios para saldarse.
(MJS)
César Farías y Alejandro Guerra hicieron del 2016 el año del fútbol
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