Redacción.- Rayos, centellas, granizo y hasta amenaza de tornado estremecieron el Soldier Field de Chicago, pero la verdadera tormenta la encarnó Chile en los primeros 11 minutos del primer tiempo y que le fueron suficientes para quedarse con el triunfo 2-0 sobre Colombia y clasificar así a la gran final de la Copa América Centenario, donde reeditará ante Argentina la final de la edición 2015, que ganó ‘la roja’ en condición de local.
El partido más largo de la historia, dilatado hasta dos horas por una emergencia meteorológica sobre la ciudad de Chicago, lo dominó de principio a fin el cuadro chileno, con algunos picos de intensidad de Colombia, que nunca tuvo la claridad ni la contundencia suficiente como para al menos buscar el empate.
Charles Aránguiz (7’) y José Fuenzalida (11’) asestaron dos golpes con fuerza de nockout antes del primer cuarto de hora de partido. La reacción de parte de Colombia tardó en llegar. Los jugadores cafeteros deambulaban en la cancha como con la vista nublada aún.
La abrumadora superioridad chilena en el arranque del partido hacía presagiar una nueva goleada como la que le asestó a México en cuartos de final, pero entonces el seleccionador José Antonio Pizzi mandó recular a su equipo y tener paciencia.
Ese paso atrás de Chile, con la entrada de Erick Pulgar, le permitió a Colombia adueñarse del balón en el resto de la primera parte, pero el equipo cafetero estaba algo atolondrado y no hallaba el camino del área rival con facilidad.
Tras la larga suspensión del partido, el agua que aún estaba acumulada en el césped dificultó la progresión del juego y obligó a ambas selecciones a recurrir en exceso a pases por alto, lo que truncó el ritmo del encuentro.
La temprana expulsión de Carlos Sánchez (57’) mermó aún más las opciones de Colombia, que tan sólo logró crear peligro por medio de un par de internadas de Cuadrado por la banda derecha y un tiro a media distancia de James.
Chile, con más fuelle, equilibró las fuerzas de nuevo en el centro del campo y logró retener la victoria que le lleva de nuevo a una final, doce meses después de haber conseguido su único título continental, precisamente ante Argentina y entonces, jugando como anfitrión.