MOSCÚ, (AFP) – Segunda parte de la historia de la Copa Mundial de la FIFA (Suiza-1954, Suecia-1958, Chile-1962 e Inglaterra-1966):
– Suiza-1954 –
Si Uruguay fue la sorpresa de 1950, Alemania dejó al mundo boquiabierto al imponerse contra todo pronóstico a los húngaros, claros favoritos, en la final del Mundial de Suiza en 1954.
Y es que los magiares las tenían, en principio, todas consigo. Una selección de ensueño con estrellas de la talla de Sandor Kocsis, Zoltan Czibor o Ferenc Puskas, que llevaban, nada menos, que cuatro años sin perder.
Suiza fue elegida por haber salido indemne gracias a su neutralidad de la Segunda Guerra Mundial. Por América, Uruguay y Brasil también estaban decididos a presentar batalla, el primero para defender su título y el segundo, con un equipo totalmente nuevo, para sacarse la espina de cuatro años antes.
Dieciséis países llegaron al torneo. Hubo dos grandes del fútbol ausentes: la URSS y Argentina. Asia contó con un representante, Corea del Sur. Otra novedad, el torneo se retransmitió por televisión.
Hubo un festival de goles: 140 en total, una media de 5,38 por partido, récord no superado hasta la fecha. Hungría vapuleó a Corea 9-0 y a Alemania 8-3. La abultada derrota germana se explica en parte porque su seleccionador, Sepp Herberger, se reservó a sus hombres para el siguiente partido, decisivo. No se equivocó.
Ya en cuartos, los magiares se las vieron con Brasil. Los húngaros acabaron ganando 4-2. Por su lado, Alemania se deshacía sin ruido de Yugoslavia (2-0).
La suerte quiso enfrentar en semifinales a Hungría y Uruguay. Los magiares tuvieron que ganar en la prórroga (4-2) después de que los charrúas marcaran dos goles en los últimos tres minutos. Los alemanes, por su parte, se desembarazaron de los austríacos sin problemas (6-1).
Llovía mucho el 4 de julio en Berna, día y lugar de la final. Puskas, que decidió jugar a pesar de su esguince de tobillo, marcó el primer tanto. Czibor el segundo. Pero los alemanes no se amilanaron. Diez minutos después, Morlock y Rahn habían empatado el encuentro.
Y a cinco minutos del final, un pase perfecto del capitán Fritz Walter convirtió a Rahn en el gran verdugo de los magiares. Hungría perdió el único partido que no debía. Alemania festejaba el “milagro de Berna”.
– Suecia-1958 –
El Mundial de Suecia en 1958 significó la aparición de Pelé, que por entonces contaba sólo 17 años.
Argentina volvió tras 24 años de ausencia, aunque para decepcionar: cayó humillada 6-1 por Checoslovaquia en la primera fase, en una participación recordada como el ‘desastre de Suecia’ por los dolidos hinchas argentinos.
Además, fue el primer Mundial al que no asistió su fundador, Jules Rimet, fallecido en 1956 a los 83 años y un compatriota suyo, Just Fontaine, anotó él solito la friolera de trece goles, una marca no superada hasta hoy en día en un Mundial.
Pero Suecia fue sobre todo el Mundial auriverde. En semifinales goleó a Francia 5-2. La final, al contrario que en las dos ediciones anteriores, no deparó ninguna sorpresa. Brasil se impuso 5-2 al combinado anfitrión, con goles de Vavá (2), Zagallo y Pelé (2).
– Chile-1962 –
Para ir a Chile, en 1962, hubo récord de inscripciones, con 56 países, de los que 16 llegaron. Este fue el primer torneo, además, en el que se aplicó la regla de la diferencia de goles en caso de empate en los partidos de primera ronda, lo que se tradujo en defensas cerradas, pocos tantos, y muchos lesionados.
A los cuatro días, ya sumaban 50, entre ellos Pelé, que sufrió un desgarro en un músculo de la pierna derecha en el segundo partido, contra Checoslovaquia, y privó al equipo favorito de su mayor estrella.
Brasil sumó su segundo título, igualando a Italia y Uruguay, gracias a jugadores como Garrincha, gran estrella de este certamen, Amarildo, que soportó la responsabilidad de sustituir a Pelé, Didí, genial centrocampista, o Vavá, goleador implacable. Aunque empezaron perdiendo la final ante Checoslovaquia, al marcar primero Masopust, acabaron ganando por 3-1.
– Inglaterra-1966 –
Los Beatles y la minifalda arrasaban cuando los ingleses recibieron el Mundial del deporte que ellos inventaron 103 años antes. Setenta países, nuevo récord, se inscribieron para la cita, que las naciones africanas decidieron boicotear el evento porque al campeón de su zona se le obligaba a jugar con el de Asia para obtener una plaza.
A la cita inglesa acudieron diez selecciones europeas, cuatro sudamericanas, una asiática (Corea del Norte) y una por Centro y Norteamérica (México, que contó con el portero Antonio Carbajal en su quinto y último Mundial).
En la primera ronda hubo dos sorpresas mayúsculas. La eliminación de Italia, que perdió 1-0 ante Corea del Norte, y de Brasil, que vio como su principal astro, Pelé, caía lesionado por durísimos marcajes, primero frente a Bulgaria y después contra Portugal, partido en el que quedó definitivamente fuera de juego tras dos patadas criminales del luso Joao Morais.
Aunque los portugueses, primerizos en lides mundialistas, no se limitaron a dar leña y también asombraron por sus buenas prestaciones. Su secreto: Eusebio, un artillero formidable que con sus nueve goles –fue el máximo anotador de la cita– aupó a su país hasta una increíble tercera posición.
En semifinales sólo quedaron equipos europeos. Alemania, en la que empezaba a despuntar un tal Franz Beckenbauer, ganó a la URSS (2-1), e Inglaterra, arropada por su público, hizo lo propio con Portugal gracias a dos tantos del inefable Bobby Charlton (2-1).
La final, disputada en el ‘templo’ de Wembley, no estuvo exenta de polémica. Inglaterra ganó en la prolongación a Alemania (4-2) con un gol ‘fantasma’ de Geoff Hurst, que anotó tres tantos en la final y se convirtió en el único jugador en lograrlo hasta el presente.