En ocho días San Cristóbal se vestirá de vinotinto para recibir otra vez, después de cuatro años, a la selección nacional de Venezuela para el compromiso frente a Colombia, por la fecha 15 de las eliminatorias al Mundial de Rusia 2018.
Para las generaciones más jóvenes, la vinotinto es, junto al Deportivo Táchira, el suceso más importante que ha ocurrido en la capital tachirense. Pero no. Exactamente un día como hoy, hace 40 años, San Cristóbal se convertía oficialmente en la capital mundial del ciclismo, al inaugurar, por primera vez en América Latina, los Campeonatos Mundiales de Ciclismo de 1977, el evento más grande que ha tenido lugar en Venezuela en toda su historia deportiva.
Y es que antes del fútbol, fue el ciclismo la disciplina favorita de los tachirenses, que comenzaron el culto a este deporte con la Vuelta al Táchira, que a su vez fue la chispa que encendió la ambiciosa idea de organizar un Mundial en 1974 y que terminó materializándose un 24 de agosto de 1977.
“Lo que hasta hace no mucho tiempo parecía una ilusión, hoy es una hermosa realidad. Tenemos un velódromo e inauguramos un campeonato del mundo. Se trata del mejor premio que se le haya podido dar al ciclismo tachirense y particularmente a la afición que existe por el ciclismo en la región”, escribió Ramsés Díaz León, firma de Diario La Nación, en la apertura de la nota que servía de antesala a la ceremonia inaugural que tendría lugar a las seis de la tarde de aquel miércoles 24 de agosto.
Sí. En un primer momento todo aquello fue una idea loca de un grupo de tachirenses soñadores, entre los que figuraban el propio Ramsés Díaz León, Ernesto José Branger, Gonzalo Castellanos Ostos, Carlos Meneses, Lucidio Martínez, Carlos Alviárez Sarmiento, Luis Eugenio Correa, José Vicente Sánchez Frank, Guillermo Villamizar, pero convencidos todos de que con trabajo y compromiso los objetivos se pueden alcanzar.
El sueño comenzó desde cero. San Cristóbal no tenía más que ganas y voluntad de hacer las cosas. Y las hizo. La evidencia ha sobrevivido a los años y está a la vista en Pueblo Nuevo, sobre la avenida Universidad.
Se trata del velódromo J.J. Mora, el coloso de 40 mil metros cuadrados de superficie y de la pista de los exactos 333,33 metros que sugiere la Unión Ciclista Internacional, el de mayor capacidad en su época -15 mil espectadores- y el de la iluminación perfecta como para permitir la primera transmisión de un evento de este tipo en televisión a color.
La consolidación de la majestuosa instalación y los Mundiales como tal fue el cumplimiento de la promesa hecha por Carlos Andrés Pérez, presidente de la época, durante su campaña. La obra, cuyo proyecto fue concebido por el arquitecto Enrique Richardson Saravia y ejecutado por la firma tachirense Rangel Ingeniería, con un costo estimado de 400 millones de bolívares, se adelantó en dos años y fue -y es- “un homenaje a la gran afición del Táchira”, como dijo el entonces mandatario nacional en la ceremonia inaugural.
Pero los Mundiales de Ciclismo no sólo dejaron a San Cristóbal un velódromo y una serie de edificaciones conocidas como Villa Olímpica, que en ese momento albergaron las delegaciones participantes, sino también el reconocimiento en el mundo, pues por 12 días fue la ciudad más importante, al menos para los amantes de este deporte.
Colosal por todos lados
Al día de hoy, en Venezuela no hay igual a lo sucedido hace 40 años, cuando lo colosal fue la norma. Y es que tan grandiosos como las infraestructuras, lo eran sus visitantes y los mecanismos para atenderlos.
La ocasión trajo a San Cristóbal a lo mejor del ciclismo internacional de la época. Los soviéticos, los belgas, los alemanes –occidentales y orientales- los italianos, los rusos y sus particulares modos acapararon la atención de la afición venezolana, aunque los principales atractivos fueron el francés Daniel Morelón y el belga Eddy Merckx –que llegó a última hora para beneplácito del evento- emblemas del ciclismo mundial, que corrieron los últimos kilómetros de sus carreras en San Cristóbal.
La presencia de aquellas figuras llevó a la implementación de mecanismos sin precedentes en materia de seguridad y logística. En lo primero, hasta 5000 hombres tomaron San Cristóbal en –como lo calificó la prensa de la época- un impresionante despliegue de estrategia militar para resguardar los Campeonatos Mundiales de Ciclismo; en lo segundo, destaca el requerimiento de 95 guías intérpretes para las delegaciones asistentes, apostados en 12 centros, con pleno dominio de siete idiomas.
Los Mundiales de Ciclismo de 1977 contaron con la participación de 800 atletas de 62 países. La República Democrática de Alemania cargó con los honores en la pista, mientras que en la ruta se dividieron entre Italia, la extinta Unión Soviética y Francia, Venezuela apenas alcanzó un sexto lugar en los 100 kilómetros por equipo, una hazaña que, como el evento mismo, sigue sin parangón en el país.
“San Cristóbal podría realizar un nuevo mundial de ciclismo en la próxima década”, afirmó el polaco Michael Jekiel, secretario general de la UCI, en el apogeo del evento. Esa ‘próxima década’ todavía no llega y seguro tardará un poco más. (María José Salcedo)