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La NBA y un dilema de carácter homofóbico

Michael Jordan es el dueño de Charlotte Hornets.
Michael Jordan es el dueño de Charlotte Hornets.

La ciudad de Charlotte, en el estado de Carolina del Norte, fue elegido como el escenario del juego de las estrellas de la NBA en 2017, entre otros motivos porque en aquella ciudad nació una de las mayores glorias del básquet, Michael Jordan.
Sin embargo, en la última semana los directivos de la liga más competitiva del mundo pusieron en duda que finalmente vaya a ser ese el destino del espectáculo más importante del año, por una decisión de quienes gobiernan allí, afirma Infobae.
El último miércoles, la asamblea estatal aprobó una ley que ha sido calficada como anti-LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero). La decisión fue una respuesta a una norma local de la ciudad de Charlotte que extendía los derechos que protegen ante la discriminación por raza o religión también a la orientación sexual y la identidad de género.
“Esta nueva regulación desafía el sentido común y las normas básicas de la comunidad, al permitir, por ejemplo, que un hombre utilice el baño de las mujeres”, señaló el gobernador de Carolina del Norte, el republicano Pat McCrory, quien sancionó la ley en menos de 24hs.
Tras esta decisión, la norma que había impulsado la ciudad de Charlotte y que entre otros temas contemplaba un castigo para quienes discriminan a personas por su orientación sexual en ámbitos laborales y establecimientos públicos, queda sin efecto.
A través de un comunicado, la NBA explicó que se está barajando la posibilidad de mudar el evento a otra ciudad: “Estamos profundamente preocupados porque esta ley discriminatoria vaya en contra de nuestros principios de igualdad y respeto mutuo y aún no sabemos qué impacto tendrá en nuestra capacidad de celebrar satisfactoriamente el ‘All Star’ 2017 en Charlotte”.
 

No es la primera vez que el comisionado de la NBA, Adam Silver, reacciona con severidad ante situaciones discriminatorias. En abril de 2014, se filtró una conversación en la que Donald Sterling hacía comentarios racistas y decidió sancionarlo de por vida, multarlo con 2,5 millones de dólares y además forzó la venta de su franquicia.

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