Los números no mienten. Basta con retroceder la página, escudriñar el historial de la selección Venezuela de mayores en las dos últimas eliminatorias sudamericanas de cara a los Mundiales de Brasil-2014 y Rusia-2018, para sacar como conclusión que, independientemente aún el fútbol nacional sigue sin clasificar a una Copa Mundo, lejos de ir en ascenso, se ha retrocedido.
Incluso se puede regresar un poco más, a la era de Richard Páez Monzon, el técnico nacional que se encargó de sacar de la oscuridad al balompié criollo en el contexto internacional, después de uno y mil traspiés, sin que pudiera levantar cabeza, una especie de “comodín” para los rivales que enfrentaba.
Con Richard Páez Monzón, primero, y luego a través de César Farías, se logró lavar en buena forma la cara del fútbol venezolano -sin importar que el gran objetivo clasificatorio a una justa universal no se haya conseguido-, trayendo consigo que en los últimos años son muchos los jugadores criollos que militan en clubes de Primera y Segunda División en las principales ligas del mundo.
De más a menos…
Cuando el aficionado revisa la actuación de la Vinotinto en la anterior eliminatoria con miras al Mundial de Brasil-2014, simplemente le queda lamentarse, “lo que pudo haber sido y no fue”, botar la casi segura clasificación en el propio territorio nacional, en el estadio “Cachamay”, el doloroso revés ante Uruguay por la mínima diferencia, con gol de Edinson Cavani.
Si la Vinotinto hubiese dado cuenta del seleccionado uruguayo, más los 3 puntos obtenidos con Perú y el empate frente a Paraguay a un tanto, para un total de 7 unidades, suficientes para un global de 27 puntos y por ende alcanzar la clasificación, mínimo un 4to lugar, a un punto de Chile, que fue tercero con 28.
Nueve naciones y no diez, como en las últimas eliminatorias, en la anterior zafra con miras a la cita brasileña, tomando en cuenta que el anfitrión no participó por ser sede. Una oportunidad de oro para romper el hechizo clasificatorio, pero sin que se pudiera lograr, se quedó a 5 puntos, con la salvedad que se lapidaron partidos de local donde las circunstancias para ese momento eran propicias para alcanzar el objetivo.
La renuncia de César Farías, producto de no alcanzar la clasificación como timonel del seleccionado patrio al Mundial Brasil-2014, dejó huérfana a la selección de un conductor idóneo. Lamentablemente, el ente rector del fútbol nacional, para entonces bajo la presidencia de Rafael Esquivel, cometió el craso error de esperar mucho tiempo para nombrar el relevo del técnico saliente.
Posiciones encontradas por parte de la crítica especializada y los propios aficionados en el nombramiento del nuevo cuerpo técnico: unos comulgando con la tesis de un elemento extranjero, y otros colocando los ojos en un entrenador criollo, que al final privó a favor de Noel Sanvicente, un hombre ganador a nivel de clubes nacionales.
Fracaso rotundo del técnico nacido en el oriente del país, muy pobres los números, al extremo que Venezuela quedó eliminada prácticamente en la misma primera vuelta, salvando al combinado nacional las matemáticas, comenzando a sacar cuentas en relación a los partidos restantes.
Apareció como apagafuegos Rafael Dudamel, técnico de las categorías Sub-17 y Sub-20, con poca experiencia a nivel de categorías mayores pese a su paso por un par de equipos de la Primera División.
Es verdad que cambió un tanto la fisonomía de la Vinotinto luego de la llegada de Rafael Dudamel, con resultados aislados en la Copa América y la eliminatoria sudamericana, pero sin que la selección termine de convencer, apenas “alegrías pasajeras”, tanteadores transitorios en los primeros tiempos, para luego sufrir un cambio abismal en el complemento.
Cinco partidos para salvar el honor
De los compromisos que restan, dos se jugarán en suelo patrio y tres fuera del país, todos de pronóstico reservado: Chile, Argentina y Paraguay serán rivales a visitar, y Colombia y Uruguay vendrán a territorio nacional.
Ahora mismo, la Vinotinto ocupa el frío sótano de la tabla con 6 puntos, restando 18 por disputar, que si los ganara todos sumaría 24 unidades el 10 de noviembre de este año, cuando concluirá la eliminatoria.
En la pasada eliminatoria el combinado nacional terminó en la sexta casilla con 20 puntos; en esta ocasión, en el supuesto que gane los dos partidos de local y arañar un par de unidades de forastero, terminaría con 14, objetivo que solo está en lo hipotético, en el supuesto.
Le queda salvar el honor a la selección criolla, tratar por encima de todo no volver a cargar el farolito a cuestas, como sucedió en el pasado, sino sumar la mayor cantidad de puntos posibles para, si no mejorar las actuaciones anteriores, al menos ocupar una posición más decorosa que la última, algo que hace tiempo se le había traspasado a Bolivia. Amanecerá y veremos, dijo un ciego y nunca vio.
(Homero Duarte Corona)
¡Una cuestión de honor…!
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