Caracas, (EFE).- La carrera de la bicicrosista venezolana Stefany Hernández hacia la medalla olímpica en Río-2016 comenzó en 2013, tras un fracaso. Quería la de oro y resultó bronce, pues la colombiana Mariana Pajón volvió a coronarse, por lo que en cuatro años quiere darle caza a su amiga, contra quien compite hace 17 años.
Stefany Hernández (San Félix. Ciudad Guayana. 1991) comenzó en el BMX imitando a sus hermanos, montada sobre un triciclo morado con la imagen de la Sirenita de Disney, y la competencia le dio “lo más parecido a una hermana”, como ella misma se refiere a Pajón.
Entre ellas siempre ha habido la “rivalidad” del momento de la competencia, pero fuera de ella la cercanía es natural, como la de sus respectivos países.
Superarla en Tokio-2020 es una forma de admiración, pues la venezolana le aseguró que adoró haber compartido el podio con ella en los Juegos de Río de Janeiro.
Tras ganar el bronce, Stefany siente que su logro representa no solo el esfuerzo de sus últimos cuatro años, luego de no lograr en Londres-2012 acceder a la final, sino el de toda su vida y el de sus padres.
Las emociones se le han agolpado junto a los recuerdos, y en una rueda de prensa ofrecida esta semana rememoró con pena cómo su padre, Juan Bautista, tuvo que vender su vehículo para obtener dinero y llevar a sus tres hijos a una competencia de bicicross.
“Era un jeep rojo que me encantaba”, soltó.
Ante su audiencia tomó la iniciativa de contar su vida, a veces hablaba de ella en tercera persona como si fuese una cronista, pero narraba su propia historia.
Su relato se afincaba en el esfuerzo que significó llegar a ese podio de Río-2016: “Es el trabajo que se ha venido haciendo desde hace muchísimos años”, dijo.
Y habló de la Stefany que en lugar de ir a la playa en vacaciones con su familia hacía amigos en Guanare, una ciudad en el occidente venezolano donde hay pistas para la práctica del BMX, en donde la acogían para dormir en sus casas.
Una realidad distinta a la deportista que hace seis años está becada bajo el programa de Solidaridad Olímpica del Comité Olímpico Internacional (COI), gracias a lo cual vive buena parte del año en Suiza, donde se entrena con la élite de esta disciplina.
También reveló ante los periodistas esa imagen de quien fuera una estudiante de Puerto Ordaz egresada de Fe y Alegría, una institución de educación popular que beneficia a grupos sociales de escasos recursos.
A su “colegio”, como ella lo llama, regresó en 2015 luego de conquistar el Campeonato Mundial de BMX en Zolder, Bélgica, y contó la experiencia con detalle dando crédito con nombre y apellido a quienes le habían educado y en ocasiones regañado.
“Yo siempre decía que son muy rígidos, me pedían que me peinara, que era muy rebelde. Cada vez que llegaba con las piernas raspadas me decían: muchacha, hasta cuándo vas a estar cayéndote en esa bicicleta”, confió entre risas.
Su pasión por el BMX, no obstante, tuvo una prueba de fuego al principio de su carrera deportiva, luego de que su hermano John sufriera un grave accidente en la bicicleta que lo dejó semanas en terapia intensiva.
El sufrimiento que le produjo esta situación le hizo dudar sobre continuar. Su propio hermano le devolvió las ganas al escucharlo preguntar: ¿En cuánto tiempo puedo montar mi bicicleta?, tras despertar en el hospital.
Pero también hubo un retrato de la Stefany que solía ser testaruda y a la que le costó entender que podía aceptar que necesitaba ayuda para equilibrar su vida, un aspecto que ha trabajado tanto como su entrenamiento físico junto a su psicólogo Jimmy Requena.
Con él modela su interior y ahora testimonia que “la mente tiene que estar preparada para esos escenarios”, como los de ganarse una medalla olímpica.
“Visualizamos ese momento”, aseguró.
La conquista de ese balance personal no impidió que al cruzar la meta de la carrera en Río 2016 su primer pensamiento fuese de decepción. “Voy a ser muy sincera en lo que sentí, fue como: perdí la medalla de oro”, confesó.
Esa sensación le hizo recordar su fracaso de Londres 2012 y la frustración que sintió por no disputar las preseas al quedar novena, fuera de los primeros ocho lugares, por una diferencia mínima.
“Me quedé fuera de la peor manera y después de eso me dije. Ajá, ¿eso fue todo? En cambio, después de este 2016 es esto y muchas cosas más”, reveló.
En ese paréntesis de “muchas cosas más” entra alcanzar a su amiga Mariana Pajón para tener una medalla de oro olímpica como ella, pero el poder de visualización de Stefany se proyecta mucho más allá de los próximos cuatro años.
Con absoluto desparpajo habla de sus sueños, que incluyen dirigir al COI, que hoy lidera el alemán Thomas Bach.
“No me cuesta nada soñar en grande. Me gusta la gerencia Deportiva, así que hay muchos ideales, sé que tengo un gran equipo a mi alrededor”, aseguró.
Antes aspira a obtener un título universitario en Estudios Internacionales, pues la disciplina deportiva le ha enseñado que para lograr los objetivos hay que prepararse.