Todo niño o joven tachirense sueña con convertirse en futbolista y, por supuesto, jugar en el Deportivo Táchira. Esa era la ilusión de Ender Ricardo Peña Sepúlveda, Kuki, como le decían en su barrio, el Genaro Méndez de La Rotaria, donde entre recocha y recocha cultivó un talento que pulió en su paso por escuelitas de fútbol menor de la ciudad, y que ahora ejecutaba con la calidad de un grande en la Sub 18 de Lotería del Táchira, desde donde prometía dar el gran salto a profesional.
La tarde del 30 de julio la vida marcó un punto y final en sus sueños. Una bala lo alcanzó mientras hacía parte de un grupo de personas que protestaban en la Avenida Rotaria contra el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente que estaba en desarrollo.
Ender sobrevivió inicialmente al impacto. Entró consciente al centro hospitalario donde fue atendido y le pidió al pastor, amigo suyo, que lo acompañó, no decirle nada a su entrenador, Raúl Milito, “eso es un perdigón” -dijo- creyendo que saldría rápido de este imprevisto para volver a jugar, como lo había hecho una vez, cuando maltratado tras sufrir una caída en una moto salió a jugar y terminó como el mejor de la cancha.
Pero esto no era una caída en moto, ni un perdigón, fue un proyectil que hizo estragos en su humanidad y acabó con su vida, de escasos 18 años recién cumplidos el pasado 11 de mayo.
Hijo único de Rafael Peña y Gladys Sepúlveda, Kuki quería ser futbolista, pero en un país libre, por eso tenía días saliendo a protestar, muy a pesar de las prohibiciones de su padre, con quien ya había discutido varias veces por lo mismo.
Ender, de corpulencia fuerte, dura, jugaba como defensa central y era el capitán del equipo, pero además “era el alma del equipo”, afirma Raúl Milito, director técnico del equipo Sub 18 de la Lotería del Táchira.
Milito, que conocía a Ender desde hacía por lo menos dos años, cuando lo captó de la selección del estado dirigida por Martín Tarazona, describe a Kuki “como un chico muy humilde, muy sencillo, con muchos sueños, como todo chamo a esa edad”.
Futbolísticamente, Ender estaba dotado de una gran capacidad técnica, con un gran talento -destaca Milito- que llamó incluso la atención del profesor Santiago Escobar, quien luego de ver dos veces al jugador se interesó por él y lo quería para la filial del Deportivo Táchira. Otros equipos del país también lo apetecían. El sueño de Kuki estuvo cerca de cumplirse.
“Él conoció de ese interés, pero me dijo: profe yo no me voy, yo me quedo con usted, porque quiero salir campeón con Lotería”, contó Milito.
“Sin ánimo de restar méritos a los demás jugadores, Lotería era Ender y 10 más. Era un muchacho que no peleaba, que hablaba cuando tenía que hablar. En el terreno de juego era, y me da cosa decir que ‘era’, el mejor central de toda la categoría. Tener a Kuki en la cancha era tener el 60 por ciento del partido ganado. Por lo que él representaba y ponía en la cancha”, añadió el técnico.
Jorge Paolini, delegado de campo de los equipos Sub 18 y Sub 20 de Lotería, abona que “en lo deportivo y su convivir con nosotros, era excelente, educado, compenetrado con el grupo, manejaba muy bien su capitanía. Era un muchacho decidido en lo que hacía, si lo mandábamos a hacer un gol lo hacía, si tenía que convertirse en pared para que no pasara nada, lo hacía; muy humilde, era un prospecto que sobresalía”.
Su vida estaba circunscrita al fútbol, aunque como todo chico de su edad iba al liceo y tenía obligaciones académicas que sí, a veces descuidaba por el fútbol y que estuvo a punto de perder por el fútbol.
Milito recuerda que Ender estuvo a punto de perder el año escolar por inasistencias. Llegó a acumular casi 90 por cumplir con una norma impuesta por él: jugador que no venga a los entrenamientos en los cinco días previos a un partido, no puede jugar. Kuki nunca faltaba, por eso siempre fue titular.
“Me enteré de las inasistencias por un compañero, entonces le dije: mire Kuki, yo me la voy a jugar por usted, porque usted se la ha jugado por mí; cúmplame por favor y gradúese”. Y así fue. Ender Peña es parte de la promoción de bachilleres 2016-2017 del Liceo Vicente Dávila y su futuro estaba en las canchas, no en las universidades, “porque era un amante del fútbol y tenía las condiciones para triunfar”.
Primera y última expulsión
El último juego de Ender fue el pasado ocho de julio en Mérida, cuando enfrentaron a la Academia Emeritense en partido reprogramado de la fecha seis de la Serie de Oro, el torneo que organiza la Federación Venezolana de Fútbol para potenciar las promesas del fútbol nacional.
Lotería debía ganar para igualar al Deportivo Táchira en la cima de la clasificación zonal y el rival parecía accesible. Pero los días sin poder entrenar, producto de las constantes manifestaciones en San Cristóbal, pasaron factura y Lotería terminó perdiendo 3-1, y con Ender expulsado por primera vez desde que estaba en el equipo.
“Él sintió impotencia, se vio mermado físicamente y protestó airadamente luego de una falta -le aplaudió al árbitro en la cara- y ahí lo expulsan”, contó el entrenador.
La roja se tradujo en dos partidos de suspensión. En la reanudación de la competencia, a mediados de agosto, Lotería enfrenta a Ureña y luego Deportivo Táchira, dos partidos importantes que Ender se perdería, aunque había dado su palabra de acompañar desde la tribuna, una promesa que cumplirá seguro, pero ahora desde el plano celestial.
Pensar en quién lo reemplazará es una tarea difícil ahorita para Raúl Milito y sus jugadores “deja un hueco enorme. Éramos el mejor equipo de la Sub 18 y parte de eso se lo debíamos a él, por su desempeño”.
Estadísticas con vida propia
Ender Peña es una de las siete víctimas mortales que dejó la jornada de protestas en San Cristóbal este domingo 30 de julio y de las 20 que se registran en Táchira desde el 19 de abril, cuando Paola Ramírez, otra joven de 23 años, abrió la cuenta.
En la penosa lista también figura otro futbolista, José Gustavo Leal Villamizar, de 18 años, quien jugaba de arquero en la Fundación Deportiva Puente Real y que, tras salvar a su equipo de muchos goles, el pasado viernes no vio venir la bala que acabó con su vida.
(María José Salcedo)