El alemán se mostró exultante tras la victoria de su equipo en Madrid. También bromeó porque sólo hubo agua en los festejos: En condiciones normales a los 20 minutos ya estaría borracho.
La Revolución Klopp por fin se hizo realidad en Madrid. El técnico del Liverpool fue el motor que inyectó de adrenalina, pasión y hambre de gloria al conjunto rojo desde que arribó a Anfield en 2015. “Quiero que todos soñemos en grande, que mi equipo suene a heavy metal”, fue su mandamiento al asumir. Y cumplió. Pero también en el triunfo ante Tottenham pudo sacarse una etiqueta real como igual de injusta: la de perdedor. Y es que acumulaba dos definiciones de este torneo con derrotas (en 2013 ante Bayern Münich con Borussia Dortmund y en 2018 ante Real Madrid con Liverpool).
“Estuve en siete finales y perdí todas, pero los hinchas y mi familia han sufrido más que yo en este tiempo, así que va para ellos este título. Yo nunca me sentí un perdedor. Por eso voy a poner esta medalla de oro al lado de las de plata”, reflejó el alemán de 51 años que en la previa de la definición de su segunda Champions consecutiva había dejado un de sus típicas frases: “Llegar a dos finales de la Liga de Campeones es muy bueno, pero mi mayor logro como entrenador fue ascender con el Mainz en 2004 a la Bundesliga”.
No se trató de falsa modestia. Así es el técnico de Liverpool, capaz de ser excéntrico y al mismo tiempo obsesivo con el trabajo. En él conviven los ideales, valores y también el pragmatismo. Por eso no fue casualidad su arribo a Liverpool, un club asociado a las clases populares y trabajadoras de Inglaterra. Si hasta él se define como una persona de izquierda. En el fútbol también le gusta estar parado en veredas distintas.
“Los equipos de Guardiola son perfectos y suenan como una orquesta. Pero a mí me gusta el rock y eso quiero de Liverpool”, fue su analogía musical. El Rock and Klopp se instaló en la tierra de Los Beatles.