BRONNITSY, Rusia, 12 Jun 2018 (AFP) – Javier Mascherano está a las puertas de su cuarto Mundial. Con 34 años recién cumplidos. En una etapa caótica de la Albiceleste, plagada de malos resultados, dolorosas derrotas en finales y cambios de entrenador, el “Jefecito” se erigió en el líder de Argentina y en la voz más autorizada de un equipo que aspira a coronarse en Rusia.
Una escuadra que cuenta con un talento único como Lionel Messi, mira al unísono a Mascherano en busca de indicaciones. Él sitúa, coloca y ordena a sus compañeros con el liderazgo que solo permiten la edad, los títulos y una personalidad aplastante.
Cuando todos miraban al suelo en la derrota en la final ante Alemania en Brasil-2014, o en las Copas América de 2015 y 2016 ante Chile, el ex del Barcelona, hoy en las filas del Hebei China Fortune, levantaba los ánimos y los espíritus.
Con la serenidad de la gloria pasada y de la confianza futura. Con los espejos de Diego Simeone y Diego Maradona.
“Ganar es una felicidad, pero también hay que aceptar que no siempre se gana. Lo normal es perder, ganar es una circunstancia”, afirmó en el pasado el que cuenta en su palmarés con dos Ligas de Campeones, dos oros olímpicos, cinco Ligas de España y cuatro Copas del Rey.
“En la derrota se aprende más que del éxito. El éxito tiende a deformar las cosas”.
“Masche”, que se formó como jugador en River, creció a las órdenes del español Rafa Benítez en el Liverpool y tocó la cima con Pep Guardiola en el Barcelona, dirá adiós después del Mundial a la selección argentina, el gran amor de su carrera deportiva.
Una que le ha llevado a saborear las mieles del éxito en sus clubes y a vivir las más profundas tristezas con la casaca albiceleste. Ahora, con 34 años, tendrá la oportunidad de redimirse, de poner a su amigo Messi a la altura de Maradona. Y de hacerlo como el 5 titular.
Escudero y amigo
“Messi es diferente al resto de los jugadores. Messi es patrimonio de todos. Es como los grandes artistas, no tiene una nacionalidad, sino que pertenece a la gente que paga una entrada para verlo”, dijo cuando era su compañero en el Barça.
Pero Messi, ganador de cinco Balones de Oro, habla con la pelota atada a los pies. El fútbol es su voz. Mascherano es el encargado de ocupar el resto de los silencios.
Aunque aseguró que “a Messi no lo imagino arengando en el vestuario”, reconoce que “qué lindo sería ser Messi por cinco segundos”.
Por eso ambos llevan compartiendo vestuario, de una u otra forma, desde hace más de una década. Se completan.
A la calidad y el talento de uno se une el carácter y el esfuerzo del otro. La pasión, alimentada desde que “tenía 10 años y mis amigos me invitaban a salir a jugar a la tarde y yo me quedaba a ver un partido de Champions”.
El “Jefecito” luego cumplió su sueño de levantar el trofeo hasta por dos veces, al lado de leyendas como Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Y con un denominador común: Lionel Messi.
Ahora solo tiene un objetivo: coronarse en Rusia, al lado de su amigo, de “su Majestad”, como lo definió hace unos días. Uno, como el líder sobre el campo; otro, como el referente sobre el mismo.
“Uno es líder porque te hacen serlo los demás, no porque uno lo pretenda. No necesito ni un mote, ni un brazalete para dar mi opinión en el vestuario (…) Yo trato de predicar con el ejemplo para luego poder exigir a los demás”.
El brazalete lo llevará Messi, compañero de fatigas, amigo de éxitos, pero la voz la pondrá Mascherano, el abanderado de Argentina que llena el ambiente con órdenes cuando “La Pulga” se queda muda. Aunque su fútbol grite música.