Los de Didier Deschamps tienen poco margen de maniobra porque del resultado del duelo que mañana dará el banderazo de salida en el Estadio de Francia a la competición, dependerá gran parte de la aventura francesa.
Y de la Eurocopa en general, puesto que los recientes atentados en París y Bruselas han creado un ambiente de inseguridad que parece nublar la alegría que se le supone a este tipo de eventos y que llegará si la selección local mantiene altas sus expectativas.
El seleccionador francés ha conseguido conservar el buen ambiente en un equipo que llega con buenos resultados en los amistosos que ha encadenado en los dos últimos años, pero que en las últimas semanas no ha parado de recibir noticias negativas.
No ha habido una línea de juego en la que Deschamps no haya perdido un titular, bien por las lesiones, bien por problemas de dopaje, bien porque la actualidad judicial se ha interpuesto en el camino de algunos hombres importantes, como Karim Benzema, apartado por su presunta implicación en un caso de chantaje con un vídeo sexual a Mathieu Valbuena.
En el centro del campo a última hora se marchó por lesión Lass Diarra, llamado a ser el pilar de esa línea, y el inexperto N’Golo Kanté, que solo cuenta con 4 partidos internacionales, ha emergido como una pieza clave del dispositivo.
Delante, sin Benzema, que era el atacante preferido de Deschamps, Francia se pone en manos de Anotine Griezmann, que puede salir de esta Eurocopa como un héroe nacional o como un villano; sin olvidar que Olivier Giroud es el “9” habitual y el hombre más apropiado para apretar el gatillo.
En las últimas semanas, en la concentración de Francia en el palacio de Clairefontaine, los periodistas se han divertido preguntando a los “bleus” por los rumanos. Poca o ninguna información.