Durante una breve conversación que sostiene con los reporteros, en las afueras de un bloquecito de la urbanización Casalta I, en Catia, Morochito se refiere a la gran frustración que lo agobia. El único boxeador que ha traído una medalla de oro, jamás fue embarcado como parte de la delegación venezolana a los siguientes Juegos Olímpicos y estas competencias de Río en las que por primera vez en más de veinte años una joven promesa se acerca a emular su hazaña, Morochito tendrá que conformarse con verlo por televisión.
–¿Por qué el IND, el Ministerio del Deporte o el Presidente de la República no me invitan? ¿Quién es el campeón olímpico de Venezuela?–, exclama.
Por asombroso que parezca, este peleador que fue orgullo de la Cuarta y que ha visto surgir a un digno sucesor suyo en la Quinta, no fue llevado más nunca a una justa olímpica,después de que en México 68 dejara el pabellón nacional en lo más alto.
Sin poder contener el llanto saca fuerzas para decir “no me invitaron, ninguno me invitó ¡jamás!”.
–Aahh! Pero ahora, si el muchachito se trae la medalla de plata o en el mejor de los casos la de oro, entonces el Comité Olímpico Venezolano (COV) va invitarme a la ceremonia depresentación del nuevo campeón…¿y por qué no me invitan a los Juegos Olímpicos?..¿Notengo derecho, acaso?
Morochito va más allá. La franela alusiva a los Juegos Río 2016 con la que posa ahora fue un obsequio de su hijo, Franco. “Porque las autoridades no tuvieron la delicadeza de ofrecerme un maletín con el kit de los atletas; a mí, al único boxeador que hasta ahora le dio a Venezuela el oro del Olimpo”.
–¿Y la medalla?
–Esa medalla parece que no vale medio para Venezuela, la voy a empeñar… ¡la voy a botar, voy a quemarla!
Cuando Río 2016 haya apagado sus luces y las miradas regresen a posarse sobre los titulares que versarán acerca del destino de la Presidenta Rouseff, Morochito bajará a la esquina donde sus viejos amigos le esperarán para ofrecerle un “palito” de ron y preguntarle ¿qué te pareció lo de Finol? Y con el trago seco el viejo pugilista aclarará la garganta y expresar la clásica frase de “¡yo te lo dije!”.