jueves 18 abril, 2024
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No es la película: así funciona ‘El Club de la pelea de Bangkok’

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Sobre un cuadrilátero improvisado en una céntrica barriada de Bangkok, un oficinista y un informático se miden a golpes mientras una multitud exaltada se arremolina alrededor de los contendientes de esta velada organizada por el controvertido Club de la Lucha. Con una estética que trata de emular el mundo del hampa, este popular grupo ha crecido desde su fundación en 2016 al calor de los videos de violentas peleas colgados en las redes sociales, donde cuentan con unos 780.000 seguidores en Facebook y casi 470.000 suscriptores en YouTube.

“La clave del éxito es la violencia. Entendemos que la violencia existe vayas donde vayas, no se puede cambiar, por eso preferimos ponerle límites. Arreglar la violencia con violencia”, declara a Efe Drey Suphat Johnstone, uno de los fundadores y que en ocasiones hace de árbitro en las refriegas.

Al igual que en la novela Fight Club, escrita por Chuck Palahniuk, y la película de David Fincher protagonizada por Brad Pitt y Edward Norton, que inspira al grupo tailandés, los luchadores son personas comunes con trabajos corrientes que acuden a estos eventos para desfogarse y practicar deportes de contacto.

Drey, que muestra con orgullo un tatuaje que le vincula al Club de la Lucha, asegura que, así como los combates inmortalizados en el célebre film, todo comenzó como una “osadía de juventud”, donde los participantes se peleaban de forma “salvaje”, sin guantes y “nada de protección”. Con el tiempo, sin embargo, comenzaron a establecer una serie de reglas y de medidas de seguridad. “Antes casi no había ninguna regla, pero tenemos que adaptarnos de acuerdo con la sociedad actual. Si somos todo el tiempo salvajes, la sociedad no puede soportarlo”, sostiene.

Los combates callejeros son a un único asalto de tres minutos, en los que se prohíbe golpear con los codos, agarrar al oponente, lanzarlo al suelo o atizar puñetazos en la nuca y en la parte posterior de la cabeza. Esas fugaces peleas callejeras suelen, además, terminar sin que se declare un ganador o un perdedor. “Soy una persona deportista. Mi casa está cerca de un club de boxeo y lo practico. Entonces quería probar una pelea real, ponerme a prueba a mi mismo”, reconoce sofocado Siam Phonsan, de 35 años, quien en su día a día es desarrollador de páginas web.

 

HERMANOS TRAS LA PELEA

El calor húmedo en este país tropical y el olor a linimento -que usan para calentar los músculos y hacer mas resbaladizos los golpes- son una constante en las peleas, que se organizan al menos una vez al mes generalmente en lugares poco concurridos, como entre contenedores en un puerto de mercancías o debajo de una autopista. “Mi hermano quería participar en este combate, pero ya no tiene la oportunidad. Por eso, yo tomé su lugar en la pelea”, señala Yutthasin Thebamrung, de 20 años, al apuntar con su dedo al cielo en recuerdo a su hermano fallecido hace unas semanas.

Los organizadores insisten al público, el que se incluyen niños, la prohibición sobre las apuestas y el consumo de marihuana, recientemente despenalizado en el país, para evitar problemas con las autoridades que dependiendo del distrito niega el permiso para la celebración de esas peleas.

Drey asegura que los eventos cuentan con la aprobación del Departamento de Administración Provincial y de la comisaría de Policía. Una médico permanece alerta a pocos metros de la pelea para atender a los luchadores con cortes o golpes sangrantes, mientras una ambulancia aguarda por si surgen lesiones graves. “Ha sido divertido. Al estar aquí nos consideramos amigos, después del combate somos amigos. Pero en el cuadrilátero es deporte, damos lo máximo (…) Este deporte no nos causa odio, sino amistad”, declara el joven Few, empleado en una empresa y aspirante a influyente en las redes sociales, jalonado por Fluke, de 20 años y trabajador en una fábrica, con quien acaba de batirse a mamporros. Al terminar la pelea, los magullados combatientes sonríen, se felicitad y se funden en un intenso abrazo, mientras el árbitro les comenta: “Ahora sois hermanos en el Club de la Lucha”.

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