Hace 32 años, el exárbitro Lorenzo López salió de Colombia hacia Estados Unidos tras recibir amenazas de muerte; todo se recrudeció tras el asesinato de Álvaro Ortega por cuenta del Cartel de Medellín. Una historia de muerte y sangre que destapó el vínculo entre el fútbol colombiano y el narcotráfico.
En dialogó con el exjuez Wilmer Barahona en su canal de YouTube Arbitraje de frente, López habló de una supuesta persecución de Álvaro González Alzate, hoy presidente de Difútbol, para sacarlo del panel de árbitros. Cabe recordar que Lorenzo fue suspendido de por vida por corrupción, tras una investigación en la Federación Colombiana de Fútbol.
Lorenzo López, quien arbitró en Colombia entre 1986 y 1990, aseguró haber salido del país por “amenazas”. Desde Estados Unidos, donde se radicó hace 32 años, decidió contar detalles de la relación entre el narcotráfico y el fútbol en los años en los que él dirigió. Empezó contando que se reunió con los capos de dos carteles.
“Yo fui a pitar un partido entre Pereira y Quindío y cuando estaba en el camerino, un recogebolas me avisó que querían hablar conmigo. Llegó un tipo, como decíamos, embambado, lleno de cadenas. Me dijo que los señores de Cali querían hablar conmigo, que había que ayudar al Pereira ese día. Yo le respondí que no me mandara razones de nadie”, contó López.
Según narró el exárbitro, le avisaron que si no hablaba con los ‘señores’ no volvía a pitar. “En Cali me recogió Luis Eduardo Covaleda, otro árbitro, y me llevó a hablar con Miguel Rodríguez. Recuerdo que estaban Juan José Bellini y Sergio Santín. Él me dijo que no me había mandado ninguna razón y que yo por qué no había querido pitarle al América. Yo le dije que nunca me habían nombrado porque sabían mi posición sobre eso”.
Después de eso, López habría sido retenido por el capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar. “Viajé a pitar un partido entre Medellín y Bucaramanga y cuando me subo al taxi, se me sientan dos personas, a lado y lado. Me llevaron como a una montaña y ahí conocí a Pablo Escobar. Ahí me pregunta por qué yo no quiero trabajar con los de Cali. Yo le respondí que no trabajo con nadie. Él me dice que no quiere que yo me tuerza como se le han torcido otros y que les colaborara, que los árbitros estaban pitando mucho en contra de Nacional. Yo le dije que no le colaboraba y Escobar se dio la vuelta y se fue”.
El exjuez aseguró que en ese encuentro con Escobar temió por su vida: “Los señores que me recogieron empezaron a tratarme mal, me taparon la cabeza y me subieron a un carro. Pensé que me iban a botar por el camino. Me dijeron que nadie se podía enterar de que el ‘patrón’ había hablado conmigo o que acababan con mi familia. Me dejaron a dos cuadras del hotel. Yo me metí a la ducha y empecé a llorar. Yo pensé en renunciar al arbitraje”, aseguró.
Lorenzo López contó que entre las amenazas de muerte que recibió, recuerda la del 2 de noviembre de 1988, cuando fue designado para pitar Quindío – Junior, para reemplazar a Armando Pérez, a quien acababan de secuestrar. “El comisario de campo me contó que habían hecho una llamada a la Gobernación. Que si yo pitaba mal y perdía el Quindío, yo no salía vivo de Armenia. Yo le dije que no tenía miedo, que venía a pitar a nombre de Armando Pérez y que iba a tratar de no equivocarme”.
El exárbitro recordó que “Unos días atrás, otro árbitro, Luis Fernando Gil, había pitado siete, ocho minutos de más, en un Quindío – Santa Fe, que empató en ese alargue y se armó un problema. Yo ese día fui la figura del partido, pero me rompieron la cabeza de un monedazo. Gustavo Moreno Jaramillo me sacó del estadio ese día en su carro”.
Sobre el asesinato de Ortega en noviembre del 89, López mencionó que ese día fue amenazado. “La Dimayor nos dio pasajes para asistir al velorio de Álvaro. Cuando estábamos allá, Jesús Díaz, que estuvo con Ortega en el momento de su muerte, me tomó del brazo y me sacó aparte. Me dijo que me tenía una razón: ‘dígale a ese hijuep… de López que el próximo es él”.
Lorenzo contó que tuvo un segundo encuentro con Miguel Rodríguez y que también estaba Gilberto. Se dio antes de un partido entre Cali y Quindío, que él iba a pitar. “En el avión me pasó una mujer muy hermosa, que me preguntó si se podía sentar a mi lado. Me preguntó qué hacía yo y luego, se ofreció a llevarme al hotel. Nos montamos en un Mazda 323 y cuando íbamos ahí, veo que toma hacia otra parte, hacia Ciudad Jardín. Me dice que tiene que llevar un paquete. Llegamos a una casa y abren el garaje, veo unos hombres armados. Ahí estaban Miguel y Gilberto Rodríguez, que quería conocerme porque yo me le había plantado a Pablo Escobar”.
Sobre su salida del árbitraje en Colombia, López mencionó que González Alzate tenía orden de sacarlo. Insistió de nuevo en la versión de 2012, cuando en una entrevista apuntó hacia el hoy presidente de Difútbol, asegurando que él sabía quién había asesinado a Ortega: “Fue un señor Tamayo, del Medellín”.
Y continuó: “Yo tenía mi esposa y tres hijos, pero también una relación con una muchacha que trabajaba en la Federación a la que Miguel Rodríguez quería mucho. Habíamos tenido un hijo y decían que yo no respondía por él. Entonces, Rodríguez encomendó a ‘Carroloco’ (González Alzate) para sacarme del arbitraje”. Empezó toda una investigación para detectar ‘árbitros corruptos’.
“Después me enteré, por el periodista Eliécer Ballén, que González me iba a sacar del arbitraje por corrupción. Yo le cuento del tema a Hernán Cortés, presidente de la Liga de Fútbol de Bogotá, porque yo era el único árbitro Fifa de Bogotá. González estaba con la idea de armar el Colegio Nacional de Árbitros y me dijeron que no fuera a una reunión que él citó. Luego me entero por otro árbitro, Jorge Villamizar, de que en esa reunión, González dijo delante de todos que iba a sacar a ese tal Lorenzo López del arbitraje”.
López contó además que recibió otra amenaza con un sufragio y una bala. En ese momento decidió irse del país en un avión de carga con destino a Estados Unidos. “Me daban un mes para salir del país. La Federación redactó una carta para que yo me pudiera venir para Estados Unidos. Me daban tres opciones: seguir pitando en Venezuela, irme a México, donde el político con el que yo trabajaba en el Senado, Julio César Sánchez, fue nombrado embajador, o irme a Estados Unidos. Las dos primeras no se pudieron hacer”.