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Sadio Mané, el que se escapó de su aldea para ser el mejor del mundo podría ser el reemplazo de Messi

Cuando tenía 9 años, un amigo consiguió que se fuera a Dakar para cumplir su sueño de ser futbolista. Llegó a lo más alto. Ahora Barcelona lo tiene en la mira para tratar de llenar el vacío que dejará la Pulga.

“No había forma de que me dejaran ir”, recuerda Sadio Mané en Made in Senegal, el documental sobre su vida que se estrenó en abril. “Así que un día pensé que era hora, y hablé con un chico del pueblo. Me dijo que tenía un amigo en Dakar con un equipo allí. Al escuchar ese nombre, Dakar, que es la capital de Senegal, pensé que sería genial. Es mi sueño, aprovecharé la oportunidad”.

Mané tenía 9 años. Hacía dos que había muerto su padre y su futuro en Bambali, la aldea en la que vivía en el sur de Senegal, era trabajar en el campo. Hoy es el candidato principal a ocupar el vacío que dejará Lionel Messi en el Barcelona.

​Detrás de Mané hay una historia. De Africa a Anfield. De la aldea a levantar la Champions League.

 

En su pueblo, Mané tenia un apodo, “Ballonbuwa” (el mago de la pelota). “Me consideraban el mejor jugador del pueblo -remarca el delantero del Liverpool en el documental- pero en mi familia nadie consideraba que pudiera ser futbolista. Yo estaba totalmente convencido. Lo único que me preguntaba era cómo”.

La escena cambia. El nene que no sabía cómo podía llegar a cumplir su sueño ahora se asoma en un balcón. Está en su lugar, su pueblo. Desde abajo, decenas de personas desaforadas lo reciben como un héroe, lo aplauden y se unen en un grito: “¡Balón de oro! ¡Balón de Oro!”.

​En la última votación para los premios The Best que la FIFA entrega al mejor jugador del año, Lionel Messi (ganador de la estatuilla) lo eligió a él. El argentino dejó en segundo lugar a Cristiano Ronaldo y un escalón más abajo a su compañero en el Barcelona Frenkie de Jong. Tenía argumentos, claro: Mané había sido una de las figuras centrales del Liverpool que eliminó al Barcelona en semifinales de la Liga de Campeones y que luego levantó el trofeo.

“Con frecuencia me hago la misma pregunta. ¿Por qué me empeñé en ser jugador?”, insiste Mané. “En mi familia nadie entendía de fútbol. Pero yo quería que me gustara. Quería comprender el juego, quería informarme. Quería ser Ronaldinho. Lo estudiaba muchísimo. Era mi héroe. Y no soñaba con ser un profesional. Soñaba con ser el mejor del mundo”.

Se escapó. A las 6 de la mañana y acompañado por su amigo Luc Djiboune tomó un colectivo rumbo a Dakar. La prueba en el club de la capital la superó sin problemas. El asunto era lograr que el nene pudiera quedarse en la gran ciudad y lejos de su familia.

​Djiboune cuenta en Made in Senegal que le había conseguido una casa a Sadio para que pudiera alojarse en Dakar pero cuando volvía a Bambali comenzaban las preguntas. “La gente me decía: ‘Si no hablás, si no decís dónde está Sadio, te vamos a golpear’. Y pensé: ‘Puedes golpearme pero no voy a hablar'”, recuerda Luc.

Luego de dos semanas de búsqueda, la familia del delantero del Liverpool lo encontró y lo volvió a llevar a la aldea. “Fue el peor día de mi vida”, dice el futbolista. Aunque pudo establecer un ultimátum: un año más de escuela y después, fútbol.

La película de su vida se acelera con la pelota en los pies. Se destacó como ninguno en la escuela de fútbol de la región. Un día lo vio Olivier Perrin, ojeador del Metz francés quien lo definió como “un jugador de videojuego”. Enseguida lo invitó a seguir soñando. Y allí aparecieron temores nuevos: el vuelo, el viaje a Europa… De allí al Salzburgo, luego al Southampton, hasta llegar al Liverpool.

“Recuerdo mi primer encuentro con Sadio”, cuenta Jürgen Klopp. “Fue en Dortmund. Había un chico muy joven sentado allí, su gorra de béisbol estaba torcida. Parecía un rapero recién comenzando. Pensé: ‘No tengo tiempo para esto…’ Me equivoqué”.

El tren volvió a pasar. Mané ingresó en el segundo tiempo y con la camiseta del Southampton le metió dos goles al Liverpool de Klopp. “Era un jugador insignificante que acababa de dar una gran actuación”, simplificó sobre el senegalés.

El delantero escapa del molde del futbolista moderno. Pese a que su primer ojeador lo definió como un futbolista de videojuego, él le pone distancia a la PlayStation: “Es algo que te roba el tiempo. No quiero perder mi tiempo a cambio de nada”. Tampoco le gusta demasiado la exposición. “Hace cuatro años, en Austria, fui a una discoteca con el equipo. Fue la última vez. Nunca he ido de fiesta por mi cuenta. Nunca se me pasó por la cabeza. Si no doy todo lo que tengo para ser un buen futbolista, nunca lo conseguiré”.

Según se desprende de su contrato, Mané gana 192 mil dólares por semana. Tiene vínculo con el Liverpool hasta 2023 y a finales del año pasado el club lo tentó con una nueva extensión que lo convierte en el futbolista mejor pago del planeta, con un sueldo por temporada de más de 16 millones de dólares.

En 2018, en la final de la Champions en la que los Reds cayeron en Kiev frente al Real Madrid, Mané se convirtió en el primer senegalés en meter un gol en el partido decisivo de la máxima competición continental. Justo antes de ese juego había mandado 300 camisetas del Liverpool para que sus vecinos de Bambali podrían ver la final con el uniforme de su ídolo.

Pero no solo eso. También donó 200 mil euros para la construcción de una escuela y ya proyectó la construcción de un hospital. “Es un lugar muy pobre, por eso nadie lo conoce”, remarcó el delantero que el año pasado fue fotografiado mientras limpiaba los baños de la mezquita Al-Rahma de Mulgrave Street, de Liverpool, a la que suele ir a rezar.

Cuando tenía 13 años y no sabía de otro mundo que no fuera su entorno senegalés, Mané vio en un televisor y junto a muchos otros chicos cómo el Liverpool de Rafa Benítez remontaba la histórica final de la Champions ante Milan en Estambul: fueron tres goles en seis minutos para igualar las acciones y luego ganar en los penales.

Diez años más tarde, Mané superaría la marca. Apenas necesitó 2 minutos y 56 segundos para meter su propio hat-trick contra Aston Villa y alcanzar un récord. Robby Fowler había hecho 3 en 1994 contra el Arsenal pero en 4 minutos y 33 segundos.

“Construí escuelas, un estadio, proporcionamos ropa, zapatos y alimentos para personas en extrema pobreza. Además, doy 70 euros al mes a todas las personas en una región muy pobre de Senegal para contribuir a su economía familiar”, cuenta el delantero que con 28 años ganó la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes con el Liverpool.

Para Lionel Messi fue el mejor Jugador del Mundo en la temporada pasada. Y ahora podría ser nada menos que su heredero.

 

Clarin.com

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