Una de las primeras decisiones que tendrá que tomar el próximo presidente de Boca será definir qué hacer con Carlos Tevez. El contrato del delantero vencerá el 31 de diciembre, y todo parece indicar que su futuro estará atado a lo que suceda en las urnas del club.
De todas maneras, según pudo averiguar LA NACION, tanto Christian Gribaudo, como Jorge Ameal y José Beraldi (los tres candidatos que más chances tienen de convertirse en el sucesor de Daniel Angelici) son conscientes de que no existen fundamentos futbolísticos para renovarle el vínculo a un jugador que en febrero cumplirá 36 años y que no estuvo a la altura de lo esperado. La misma evaluación hace el director deportivo Nicolás Burdisso. Sin embargo, no todo es tan lineal ni tan simple.
Septiembre de 2017. El plan para rescatar a Carlos Tevez de la semiprofesional Superliga China está en marcha. El Apache no aguanta más y manda la señal de SOS. En Boca, casi nadie pide el regreso del futbolista que 10 meses antes había decidido aceptar una oferta irresistible (80.000.000 de dólares por dos años de contrato) y emigrar al país de la cultura milenaria sin despedirse en persona de sus compañeros, cuerpo técnico e hinchas, sino mediante un video.
El equipo no lo extraña. Aunque no juega la Libertadores (con el Apache como titular, no había logrado la clasificación en 2016) y se luce en el torneo local, donde acumula puntos, goles y semanas como líder inalcanzable. Y, lo más importante, alcanza un clima interno ideal. Todo está alineado en Brandsen 805. Tal como había pronosticado Guillermo Barros Schelotto en enero, fue justamente “el equipo” el que hizo olvidar al ídolo. El que toleró la licencia del delantero después de la inesperada derrota ante Independiente del Valle en las semifinales de la Libertadores 2016. El que se adaptó a jugar sin él y casi no lo extrañó. El que logró consagrarse campeón del fútbol argentino a pesar de su ausencia.
Los hinchas, aún dolidos porque Tevez faltó a su palabra de que había regresado para retirarse en Boca, ya lo olvidaron. Los futbolistas, molestos por su partida silenciosa, se unen más que nunca y no lo quieren de vuelta. Incluso, se lo plantean a Barros Schelotto en una reunión privada entre el Mellizo y cuatro referentes del plantel de entonces. El DT los tranquiliza: él tampoco quiere a Tevez de vuelta. Más allá del fastidio que le generó que se vaya a China en el mejor momento del equipo, sabe que su retorno generará conflictos en el grupo, que condicionará su liderazgo y que aportará poco desde lo futbolístico.
Sin embargo, la decisión ya está tomada. Y entonces, en una charla con el entrenador y el ídolo, Daniel Angelici se lo deja en claro: “Carlos vuelve en enero”. Sin margen, Guillermo podría haber renunciado ahí mismo, pero no lo hace. Casualidad o no, informados del regreso de Tevez, en octubre se rompe los ligamentos Fernando Gago y en noviembre, también Darío Benedetto. El vestuario ya no será el mismo desde 2018. El grupo, tampoco.
Acorralado, la estrategia del Mellizo pasa por marcarle la cancha al Apache en los medios. “Entiendo que Tevez sabe que nosotros estamos muy bien. Él sabe que va a venir al equipo a sumar y no a restar”, sentencia en una entrevista con la nacion, a mediados de noviembre. Días después Boca le gana 2 a 1 a River, en el Monumental. Es la última victoria ante el clásico rival antes el intrascendente 1 a 0 del martes pasado. En el medio, ya con el Apache, se encadenaron cinco triunfos millonarios (1-0 en Mar del Plata, por el torneo de verano; 2-0 en Mendoza -Supercopa Argentina-; 2-0 en la Bombonera -Superliga-; 3-1 en Madrid -final de la Libertadores-, y 2-0 en el Monumental, por la ida en las semifinales de este año) y dos empates (2-2 en Brandsen 805, por la primera final de América 2018, y 0-0 en Núñez, por la Superliga 2019).
Cuando retorna, en enero de 2018, Tevez no cambió ni un ápice. Sigue siendo el mismo. Le cuesta entender que no será titular. Pero afuera de los 11 es una bomba de tiempo. Su presión a través de los medios surte efecto, y aparece desde el arranque en el partido más importante del primer semestre de 2018: la final de la Supercopa Argentina frente a River, en Mendoza. Su actuación es mala. No tiene gravitación sobre el equipo. No se lo ve preciso con el balón. No patea al arco. Pero en el vestuario, minutos después de la dolorosa derrota, habla de “errores que no podemos cometer”. Sin nombrarlo, le tira toda la responsabilidad del tropiezo al colombiano Edwin Cardona, autor de la falta que derivó en el penal que abrió el marcador, y uno de los que no corrió en el contragolpe que terminó en el 2 a 0.
Las semanas pasan en una convivencia obligada, cuya tensa calma solo es posible porque Boca no se cae de la cima de las posiciones y se consagra bicampeón. En agosto se incorpora, a pedido de Guillermo, Mauro Zárate. Tevez lo ve como un rival directo. “¿De qué lado están?”, interpela a algunos compañeros que eligen trotar o tomar mate con el exVélez. No soporta la situación, pero se guarda el veneno que le genera su llegada y recién lo escupe en enero de este año, enojado por haber sido suplente en la final de América con River en Madrid (jugó apenas 25 minutos e ingresó cuando el partido ya estaba 2-1 para los de Núñez) y 43 días después de la partida de Barros Schelotto: “Estoy cansado que cada cosa que haga bien, digan desde el banco: ‘Bien Maurito, bien’. Cualquier otro delantero, o yo, nos podemos romper el orto, pero nada”, disparó en el programa “No todo pasa”, de TyC Sports. Y agregó: “Si ves un jugador que es ídolo en el club y vos traes a alguien para reemplazarlo, y en el primer partido mandás a Tevez al banco, das una señal de que no te quieren”.
El arribo de Gustavo Alfaro, en enero de este año, llega con una oleada de aire fresco. Tiene la misión de reconstruir un equipo que está derrumbado. Pero en una de sus primeras declaraciones, el nuevo DT sorprende: “Carlitos tiene mucho para dar, en varios puntos. Hablé con él de cuestiones futbolísticas, de cosas que me parecían. Él es nuestro abanderado. Ojalá esté como para jugar los 90 minutos de cada partido”.
La continuidad de acción no evidencia mejoras en el juego de Tevez, que finalmente (y luego de varias oportunidades) pierde su lugar en el equipo. Entonces, acciona: “Tengo que jugar varios partidos desde el arranque para recuperar el ritmo”. Sucede eso, pero la aguja no se mueve y otra vez vuelve al banco de suplentes. Formó parte de 36 de los 44 partidos del ciclo Alfaro, 19 de ellos como titular. Y marcó apenas cinco goles. Disputó dos juegos más que en 2018 con Guillermo, pero marcó la mitad de tantos que entonces.
Después de casi un mes de inactividad y haciendo en los días previos un trabajo diferenciado, Tevez aparece como titular frente a River, en el partido de vuelta del martes pasado. ¿Eso lo decidió Alfaro? ¿O alguien se lo impuso? ¿Será por eso que el entrenador declaró lo que declaró tras la eliminación, minutos después de escuchar cabizbajo las respuestas que el Apache le daba a la prensa sentado a su lado? Solo ellos lo saben.
Tevez había vuelto en 2015 para quedarse con las llaves del club. En tiempos de Rodolfo Arruabarrena como entrenador, y de Daniel Angelici como candidato a la reelección, sus deseos eran órdenes y sus opiniones, palabra santa. Así fue que el preparador físico, Gustavo Roberti, viajó a Turín para interiorizarse acerca de cómo eran los trabajos físicos y tácticos de la Juventus, para así incorporar más información a sus conocimientos. Lo mismo ocurrió con los pedidos de mejoras para las inferiores, para la pensión xeneize e, incluso, para el plantel profesional.
Pero una vez que Angelici logró la reelección, nada fue igual. Las quejas por el sistema de entrenamiento empleado por el cuerpo técnico derivaron en la salida del Vasco, apenas dos meses después de ser bicampeón y luego de renovar su contrato. A través de su representante, Adrián Ruocco, Tevez quiso que el nuevo entrenador de Boca fuera Jorge Sampaoli. No lo logró y llegaron Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. El resto es conocido.
Las derrotas contra River eyectaron a los hermanos Barros Schelotto y dejaron contra las cuerdas a Alfaro. Mientras, Tevez define su futuro, consciente de que ya no marca la diferencia dentro del campo de juego y de que está lejos de ser el abanderado de cualquier reconstrucción que proyecte Boca para 2020.
Pablo Lisoto