El boxeo no puede caer más bajo, ¿o sí? La puesta en escena de la velada de Triller es un recordatorio de los tiempos turbulentos que atraviesa este venerable deporte, donde las grandes peleas se esconden del público, mientras los espectáculos de todo tipo se venden como combates.
La velada donde Jake Paul derrotó el sábado en la noche por nocaut a Ben Askren fue más parecida a un manicomio que a un ring, con más tiempo dedicado a los espectáculos musicales que a los verdaderos guerreros, con choques sacados del teatro del absurdo. Nadie debiera ver esto y, sin embargo…
Se trata de una moda fuerte que ha permeado al boxeo y amenaza con llevárselo por delante. En esta noche, por ejemplo, vemos una pelea entre un cantante de reggaeton y un empresario de gimnasios y un choque donde un boxeador (Frank Mir) pesó 70 libras más que el otro (Steve Cunningham).
Resulta que la única pelea real de boxeo, la celebreada entre Regis Prograis e Iván Redkach, finalizó por un golpe bajo que nunca fue un golpe bajo. Golpe bajo, eso sí, recibió el boxeo como deporte, que no puede lograr que dos estrellas como Terence Crawford y Errol Spence jr. se pongan de acuerdo, o que Tyson Fury haga lo mismo con Anthony Joshua.
Lo triste es que nuevas generaciones de potenciales aficionados se acercan a estos espectáculos creyendo que se trata de boxeo verdadero, cuando en realidad presencian un acto de ilusionismo, una distracción momentánea y buda que no deja huella alguna y nada tiene que ver con el deporte, salvo el uso de guantes y la presencia del cuadrilátero.
Paul, una sensación de redes sociales con millones de seguidores, parece lograr lo que quiere por estos días. Tiene tres triunfos, uno sobre otro youtuber, uno sobre un ex jugador de la NBA y ahora este sobre Askren, quien llegó groseramente fuera de forma y sin ningún compromiso con el combate.
¿Cómo es posible que este hombre que fuera campeón en Belltator y ONE Championship resultara doblegado tan fácilmente en el primer round? Entiendo que su fuerte es la lucha, pero en sus decenas de peleas profesionales dentro de las artes marciales mixtas, algo de striking debe haber aprendido. Esta vez no mostró nada.
Lo triste es que esta historia se repetirá como farsa una y otra vez, con peleas entre figuras de diversos fondos sociales y deportivos, con apelaciones a la nostalgia de veteranos que buscan un último rayo del sol de los reflectores -por ahí viene la noche de Oscar de la Hoya-, mientras el verdadero boxeo languidece y los verdaderos guerreros se quedan con deseos de ganar los salarios de Paul y Askren.
A mï no me gusta para nada, pero entiendo que es el signo de los tiempos. ¿Qué le vamos a hacer?