martes 3 diciembre, 2024
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El único que le ganó a Mayweather vive deprimido y en la ruina

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El pasado sábado Floyd Mayweather ganó 350 millones de dólares por la pelea frente a Conor McGregor, en lo que fue su vuelta al ring sólo para este desafío. El contexto de la pelea fue el mismo de toda su carrera: el boxeador, poseedor del récord 50-0 en peleas profesionales, siempre vivió rodeado de excentricidades, las luces y el dinero.
Lejos de todos esos lujos, un boxeador que fue tres veces campeón del mundo y dos veces campeón europeo, además de haber ganado la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, vive de un viático de 435 dólares al mes. Se trata de Serafim Todorov, el único boxeador que le ganó a Mayweather.
Todos los días recuerda esa pelea, la semifinal de los Juegos Olímpicos de Atlanta: esa victoria frente a un joven de 19 años, el reñido resultado 10-9, su polémico final, con apelación del equipo estadounidense por el fallo de los jueces. Pero también recuerda y piensa y le carcome la cabeza, lo que sucedió después.
A sus 27 años, el experimentado Todorov era uno de los mejores boxeadores amateurs. Por eso, luego de la victoria frente a Mayweather un cazatalentos le ofreció convertirse en profesional. Sin pensarlo y con la velocidad de un knock out, el búlgaro se negó.
“Sin considerarlo dije que no”, recordó en una entrevista al New York Times. “Lo dije sin pensar, rápido, así de simple: no. ¿Después saben qué pasó? El representante fue en busca de Floyd.”
Desde entonces revive su decisión, ese “no” hace eco en su interior. Hoy el búlgaro sobrevive con un viático que el gobierno búlgaro les brinda a los atletas que participaron de alguna edición de Juegos Olímpicos: apenas 435 dólares mensuales.
Esa decisión lo condenó de por vida. Instalado en su ciudad natal Pazardzhik, a 100 kilómetros de Bulgaria, Todorov (que ahora tiene 48 años) vive deprimido y desempleado. Tuvo trabajos como repositor en un supermercado y en una fábrica de salchichas. Nunca más volvió a ser el mismo luego de Atlanta. Con 27 años, no quería saber nada más con el boxeo. “Sólo quería embriagarme hasta la muerte”, contó.
Habita un departamento en los suburbios de la ciudad que comparte con su esposa, su hijo, su nuera y su nieto. Llegó a recibir ofertas laborales vinculadas con el narcotráfico, que descartó. Alejado del deporte, de la fama y de los récords, vive atrapado en un recuerdo: aquel triunfo que le puso punto final a su carrera, a su felicidad, a su vida.
(Vía La Nación de Argentina)

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